miércoles, 18 de diciembre de 2013

IN- EVITABLE

Lo in-evitable no se puede evitar. Doble negación. Menos y menos es más.
Lo inevitable es el fin de una lucha que dejo que termine, que abandono asumiendo que no lo puedo parar.
Lo inevitable tiene por sí sólo su razón de ser.
Lo inevitable es grande, lo inevitable es fuerte, es invencible. Es lo opuesto a evitable, no lo puedo sortear, es como un obstáculo a mitad del camino, un parón en mi vida y hasta q no pase no puedo proseguir mi camino.

Lo inevitable es una fuerza locomotriz poderosa y eléctrica y su poder me abruma ya que no puedo pararlo. No está en mis manos, se me escurre como agua entre mis manos apoderándose de todos mis sentidos y nublándome la mente.

Lo inevitable a veces es tan breve cómo fugaz, lo inevitable se puede resumir en dos palabras, lo inevitable eres tú. Lo inevitable es a veces plural, lo inevitable son tus manos sobre mi cuerpo, son tus besos sobre mis labios, son tus ojos sobre los míos.

Lo inevitable a veces es quererte, lo que me hace desear, sólo a veces, que lo inevitable no lo fuera tanto y se pudiera así de alguna forma evitar.

sábado, 9 de noviembre de 2013

RISTO, AGAIN.
MAPA GEOPOLÍTICO DEL REINO UNIDO

Cinco años juntos. Cinco años en prácticas bilaterales como cartógrafos novatos. Cinco años dibujando al tuntún esta topografía emocional que hoy nos orienta, nos guía y de vez en cuando hasta nos hace perder el sentido. Y es que hoy hace cinco años menos un día que decidimos borrar todas las fronteras físicas y mentales entre tú y yo, para poder imaginar juntos reinos imposibles e inseparables que este sapo y su princesa pudiesen y quisieran compartir.
Y lo primero que compartimos fue un norte. Un lugar tan frío, tan árido y tan distante que jamás querríamos llegar a habitar, pero que tiene que existir siempre, al menos para que apunten sobre él todas las brújulas. En este norte, como en todos los nortes del mundo, a veces se nos perdieron palabras, la mayoría de veces sin querer. Palabras que se nos fueron demasiado lejos, que llegaron donde jamás debieron llegar, tan lejos que merecieron morir de hipotermia, congeladas en la tundra de los silencios dichos y las expresiones calladas.
Por eso al norte de nuestras cosas abundan siempre las montañas, los riscos y los acantilados. Porque al territorio le pasa como a cualquier biografía: si no tiene altibajos y cambios de altitud, no vale la pena gastar ni una gota de tinta en ella. Y no me preguntes cómo ni por qué, pero poco a poco vamos aprendiendo a no acometer ninguna escalada sin una buena preparación física, un equipo en condiciones y un par de bombonas de oxígeno. Aunque ahí sigue siempre el riesgo, el peligro de precipitarse demasiado y caer al vacío.
Afortunadamente, también compartimos un sur. Un sur confortable, llano, sencillo, hospitalario, el sur de la complicidad, el sur del roce y las reconciliaciones. Un sur que trazamos sin demasiado esfuerzo, que es como se trazan las cosas de verdad. Nos salió así, de natural y casi sin pretenderlo, como surge el buen sexo. Por eso allí guardamos las anécdotas y las risas, las salidas espontáneas y las cosas que jamás preparamos, pero que acabaron convirtiéndose en recuerdos que todavía hoy tienen la capacidad de sincronizar nuestras sonrisas.
A un lado, como todas las parejas que inventan futuros en común, mantenemos siempre nuestro este. El este es el lugar donde siguen naciendo todas las cosas. La luz, todo lo que vino, lo que viene y lo que vendrá. Nuestros proyectos, nuestras metas. Y por supuesto, ese pedazo de vida que nos aprende mucho y nos enseña mucho más, lo más brillante que habremos hecho nunca. Innovación oriental -de dónde si no- que nace cargada de esperanza y se dirige siempre hacia el poniente de nuestra inseguridad, pues detrás de toda luz siempre viene, bien pegadita, su sombra.
Y es que por último, aunque no nos guste admitirlo, también compartimos un oeste. El salvaje oeste, sí. El que oculta lo desconocido, lo inesperado, refugio de miedos, forajidos y buscavidas. Ese no saber si mañana seguiremos juntos. Esos celos tan difíciles de admitir. Ese llevar así desde el primer día. Y ese desear que continúe de este modo durante mil años más.
Como ves, en este mapa de nuestro reino unido es ilegal y de muy mal gusto inscribir expresiones típicas y gastadas. No porque no las sintamos ni porque no las creamos, sino porque como son demasiado fáciles de pronunciar, parece que las pueda sentir cualquiera y de segunda mano. Ambos las habremos utilizado antes con otras personas, y aunque entonces todavía no lo supiéramos, desde ese mismo momento dejaron de ser lengua oficial aceptada.
Poco más que añadir. En el país de nuestras maravillas no existe más capital que el sofá, el producto interior bruto es lo mucho que nos echamos de menos, y hay fiesta nacional cada vez que me miras como si no existiese ningún otro nombre ni en el santoral.
Hoy somos ciudadanos el uno del otro. Ocupamos el breve espacio en el que el otro no está. Si alguna vez nos alejamos, ya no es por el hecho de tener que viajar. Y si alguna vez nos notamos más cerca, es seguramente porque hemos pasado por este trozo del mapamundi y aquí es mucho más fácil escuchar.
Por todo ello, te pido, te solicito, te ruego y te suplico formal y públicamente que jamás me extradites, que me des asilo político y que me dejes adoptar esta nacionalidad.
Sé que será difícil, no te voy a prometer nada que no pueda incumplir, pero ahora que hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, si tú lo quieres y sólo mientras tú lo quieras, pienso seguir recorriéndote no ya cada cinco años.
Sino todos los días.”
RISTO MEJIDE. CUANDO SEPAS DE MÍ.

“Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos… nah.
A lo que iba.
Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.
Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.
Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.
Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.
A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.
Haz ver que me olvidas.
Y me acabarás olvidando.

sábado, 12 de octubre de 2013

No puedes escribir AHORA con las mismo cinco letras con las que escribes TARDE.

viernes, 23 de agosto de 2013

Dime que me quieres.

Dímelo.

Se trata de un tipo de pensamiento, de una filosofía de vida, no diferente, pero atípica, poco casual, rara, quizás. Simboliza la sinceridad en su estado puro, deja atrás las vergüenzas, los no me atrevo, los puede que después, los miedos, la pereza a sentirte vulnerable y demás. Es más sencillo que cualquier otra cosa, más gratificante, enriquecedor, positivo y cualquier otro adjetivo superlativo que pueda imaginar. Además, algo esencial en estos tiempos, no cuesta dinero, es absolutamente gratis, e incluso, con cierta seguridad, obtengas reintegro.

Háblalo, no te calles, no selles tus labios, esos mismos que han sido creados para hablar. No le debes más sinceridad a nadie más que a ti mismo, es contigo con quien tienes y debes ser justo, hazlo por ti, no por nadie. Por eso, sólo por eso, habla. A tu familia, a tus personas, por que cada uno tenemos nuestras personas, a tu pareja, a tus hijos, a tus amigos esos que parecen hermanos, díselo, y a mí,
Dime que quieres, que yo espero habértelo dicho ya.


Esta filosofía, ésta forma de vivir, sólo es llevada a cabo por personas capaces de amar, de irradiar amor a raudales, de saber inspirarlo, contagiarlo y esparcirlo a su alrededor como flores en flor el primer día de primavera.  Yo he tenido el gusto de conocer y querer a una de ellas, y ¿sabéis qué?
Vale la pena.


jueves, 9 de mayo de 2013

Esta noche

Esta noche vamos a dejar los argumentos, la literatura, las palabras con mucha fuerza. Vamos a abandonar el pasado y el futuro en el bidón del reciclaje.Vamos a tratarnos como si fuéramos personas.

Saldremos a cenar, con cuatro copas de vino yo voy bien. Nos reiremos de los momentos en los que hicimos el mayor ridículo de nuestra vida, pero sin romanticismo. Después podemos pasear, pero sin tocarnos, hasta llegar a aquella tasca que tanto te gusta para proseguir con las conversaciones sobre lo que queremos hacer o no con nuestras vidas. Entonces, puede ser que suene una canción que me encanta y corte la charla de golpe, y te reirás porque canto muy mal. Y me dará igual, porque será una noche de personas.
Probablemente nos iremos a bailar y yo, que no soy muy amiga de que me miren, haré caso omiso de mi timidez remodelada y bailaré contigo. Cuando esté despeinada y tú medio borracho, me acompañarás a casa mientras yo tiemblo como un flan por no sentirme del todo cómoda con la idea. Me dirás que este vestido me sienta muy bien, yo pensaré que me muero de ganas por que me lo quites. Y entonces...

No sé qué pasará. Nunca nos hemos tratado como personas.
Ella simplemente no quería pasarse el resto de su vida echándole de menos.
Pero lo hizo, hasta que él la echó de menos a ella.

lunes, 4 de marzo de 2013

Eso que brilla.

Afortunada, pienso a veces, sin embargo creía querer todo lo que tengo, pero no tengo todo lo que quiero. Lo que me rasga el alma, lo que me hace vibrar, con lo que me siento viva. Eso aún sigue ausente, pero no brilla por su ausencia. Brilla en algún lugar, porque no se encuentra tan lejos, brilla porque intenta enseńarme el camino que tanto me cuesta torcer, pero al fin y al cabo brilla, luce, y toda luz es símbolo de esperanza, a la cual yo me aferro. Y para encauzar un poco mi abstracto y breve relato:

"Hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar, por mucho que te cueste pagar las facturas. Por muy mal que te miren en las reuniones de antiguos alumnos. Es mejor dedicarse toda la vida a algo que ames aunque no llegues a fin de mes, que trabajar un solo día únicamente por dinero."

martes, 5 de febrero de 2013

MALDITO RISTO MEJIDE

" Paula se sentó en su mitad del sofá y contempló lo vacía que había quedado la otra mitad de su existencia.
Y se volvió a preguntar por qué nos empeñamos en llenarla siempre con otra persona.
Por qué llevaba años empalmando una pareja con la siguiente. Por qué, de todas las cosas difíciles e importantes que había aprendido a lo largo de estos años, nunca figuraba en la lista la asignatura pendiente de estar sola.
Otra vez a desilusionarse. Otra vez a perder las ganas. Otra vez a olvidarse de los hombres, a reírse de ellos con esa risa que bien podría confundirse con llanto. Otra vez a recuperar la ilusión. Otra vez a creer que será diferente. Otra vez a emocionarse con algo distinto. Y otra vez a vivir una mentira. Otra vez a descubrirla. Otra vez a desengañarse. Otra vez a quitarse media vida. Otra vez a quedarse sola en su medio sofá.

Cómo si de una venganza de cínicos se tratase, Paula había comprobado que su corazón era siempre divisible por la mitad. Y luego por la mitad de la mitad. Y así infinitamente. Pero de lo que nadie le había advertido es de que cada vez que lo dividimos, los sentimientos que puede albergar nuestro corazón son más pequeños.
Y eso era justamente lo que le estaba pasando a Paula. Que siempre que se enamoraba quería con todo el corazón, sí, pero con todo el corazón que le quedaba. Esa era la parte que nunca nadie le preguntó. Me quieres, sí, pero con cuánto."