viernes, 23 de agosto de 2013

Dime que me quieres.

Dímelo.

Se trata de un tipo de pensamiento, de una filosofía de vida, no diferente, pero atípica, poco casual, rara, quizás. Simboliza la sinceridad en su estado puro, deja atrás las vergüenzas, los no me atrevo, los puede que después, los miedos, la pereza a sentirte vulnerable y demás. Es más sencillo que cualquier otra cosa, más gratificante, enriquecedor, positivo y cualquier otro adjetivo superlativo que pueda imaginar. Además, algo esencial en estos tiempos, no cuesta dinero, es absolutamente gratis, e incluso, con cierta seguridad, obtengas reintegro.

Háblalo, no te calles, no selles tus labios, esos mismos que han sido creados para hablar. No le debes más sinceridad a nadie más que a ti mismo, es contigo con quien tienes y debes ser justo, hazlo por ti, no por nadie. Por eso, sólo por eso, habla. A tu familia, a tus personas, por que cada uno tenemos nuestras personas, a tu pareja, a tus hijos, a tus amigos esos que parecen hermanos, díselo, y a mí,
Dime que quieres, que yo espero habértelo dicho ya.


Esta filosofía, ésta forma de vivir, sólo es llevada a cabo por personas capaces de amar, de irradiar amor a raudales, de saber inspirarlo, contagiarlo y esparcirlo a su alrededor como flores en flor el primer día de primavera.  Yo he tenido el gusto de conocer y querer a una de ellas, y ¿sabéis qué?
Vale la pena.